martes, octubre 30, 2007

Partido...

Ya es tarde… Mientras se pelean en mi la desazón y el cansancio, miro hacia arriba.

No hay respuestas ni estrellas… ni Dios, pienso…


Pero al bajar la vista la veo. Viene desde la nada, caminando… Acariciándome los ojos de lejos… estirando la sonrisa a cada paso.

Me nublan la sorpresa y el abrazo… la miro a los ojos, mas negros que el cielo, y redescubro su brillo…

Ella también me ve… pero por dentro. Me lee… me descifra… y pregunta si voy a echarle la culpa a la luna (aunque conoce bien la respuesta…).

De la mano, me arrastra… y caminamos perdidos. O perdido yo. Solo yo mareado. Yo con el tornado en la cabeza…

Casi sin notarlo, llegamos a ninguna parte… Me envuelve otra vez y su suspiro es brisa de despedida… El beso es igual al último, como si aquel hubiese flotado… sin tiempo…

Desaparece como llegó… Y me deja inmóvil… con un teléfono, la invitación y un mar de dudas…

Ella sabe que no voy a llamar, así como supo que mi opacidad hoy no es culpa de la luna. Me adivina… y eso es lo que la hace distinta.

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