sábado, enero 30, 2010

Del insomnio...

Después de la trigésima vuelta, abandono, me rindo y prendo la televisión.

El arranque de la primera ronda de zapping es con un ojo solo, el otro se ira abriendo con el correr de los canales. Por un momento pienso que quizás seria interesante buscar el sueño contando las señales como si fuesen ovejas. Pero enseguida noto que estoy demasiado despierto para creer efectiva semejante estupidez.


Sigo entonces con el frenesí cambiario(?), hasta que el resplandor de un sol que no es de este continente me detiene. El brillo se refleja en los enormes cristales de unas gafas con aire sesentoso. Unos centímetros por debajo, la sonrisa mas hermosa jamás televisada, la de Ella, la de Narda.


Aunque a nadie le interese, amo a Narda Lepes.


Ella me saluda desde Mykonos (o por ahí) mientras saborea extasiada un plato lleno de hojas al que yo ignoraría incluso después de ayunar como Siddharta Gautama. Así de lejos estamos. Ella en Grecia comiendo pasto, yo en Palermo tratando de encontrar la sabana. Igual la amo.


Me distraigo fabulando tonterías, hasta que noto que hay comerciales e instintivamente hago lo que todo mundo: huyo despavorido. Pongo a girar otra vez la ruleta de canales y ahí, de golpe, aparece ella.


En una cocina también, pero distinta. Pretenden estar en NY y a Ella, Sofía, se le arrima el pelotudo de Andy García (que simula amasar algo que ni debe sospechar como carajo se escribe y mucho menos, a que sabe).

Sinceramente, no importa que ella actúe pésimo. Es hermosa y tengo desde acá la ventaja de saber que tendrá revancha dirigiendo una de las películas mas abrazables de la década.


Aunque a nadie le interese, amo también a Sofía Coppola.

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