Una ventana prestada…
Mi barba cansada inundando el añejo sillón… En la mesa, papeles y seis lápices sin punta. Un perro desvencijado, una heladera con hambre y cuadros que ya no me sirven… Una pared hecha de libros y detrás, el mundo…
Antepasado de nadie, rezo las noches con tinta… Ruego a diario al nebuloso Dios que sea esa mi última página…
Ya vuelto del sueño, respiro aire joven y tiemblo. No es la escena lo que espanta. Es el tiempo.