Hay un tipo, en Nueva York, que rasga una guitarra y canta arriba de mil luces.
Estamos nosotros, 9.000 kilómetros para este lado, atrapados por ese coro imposible.
Explota un violín y, mientras rueda una copa, gritamos a la par el estribillo.
Nos exorcizamos bailando al calor del monitor.
Sus brazos, mis piernas, su pelo y mi boca.
La música sube como hormigas
Nieva en el Garden y ella me abraza
El show pasa lejos, pero acá.
Creo que nunca va a saber cuantas páginas me regaló esta noche.
1 comentario:
Me gusta mucho como escribis! Saludos!
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